Editorial San Martin - Armas libro 13 - La flota de alta mar japonesa.pdf

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1 ,
tipo
de
Alta
Mar
ja
Humble
La
Armada
lmwerial
'
Cuando tras su aislamiento secular, el
Japón empezó a armarse al estilo oc-
cidental, encargó el proyecto y cons-
trucción de sus barcos en Gran Bre-
taña, donde también acudió en busca
de instrucciones navales y, posterior-
mente, aeronavales. El núcleo de la
flota que venció a los rusos en el Mar
Amarillo y en Tsushima, lo constituía
una escuadra homogénea de acoraza-
dos "predreadnought" construidos en
Inglaterra.
La llamada "revolución de los dread-
nought" y la concentración del poder
naval británico en aguas metropolita-
nas, bajo la amenaza del creciente po-
derío alemán, ofreció a los japoneses
una espléndida oportunidal de incre-
mentar su flota y alcanzar un vapel
preponderante en los mares de Extre-
- -
mo Oriente. Lo primero que hicieron
fue adoptar entusiásticamente la idea
de los Cruceros de batalla, encargan-
do a Vickers-Amstrong, de Inglaterra,
el
Kogo
-versión perfeccionada del
Lion
británico-, al que siguieron otros
tres iguales,
Hiei, Kirishima
y
Haruma,
cuyas quillas, como las de todos los
buques posteriores, fueron puestas en
astilleros japoneses. Pero no se limi-
taron a esto, a continuación pusieron
en servicio los cuatro "superdread-
nought"
Fuso, Yamaslziro, Zse
y
Hyuga.
No había terminado todavía la Pri-
mera Guerra Mundial cuando ya en-
traron en colisión y competencia las
ambiciones navales norteamericana y
japonesa. Es difícil decir quién pro-
vocó a quién, pero el resultado fue el
anuncio, en 1916, de unos enormes pro-
gramas de construcción de buques. El
objetivo de los Estados Unidos -que
deseaban poseer una Flota sin paran-
gón- fue de diez acorazados y seis
cruceros de batalla. Los japoneses,
por su parte, anunciaron su propósito
de construir ocho acorazados y ocho
cruceros de batalla. Por su parte, Gran
Bretaña, obligada a defender su impe-
rio y un comercio marítimo que se
extendía por todo el mundo y que,
además. dada su tradición de siglos
de hegemonía, no podía verse fele-
gada a un puesto secundario, no tuvo
más remedio que embarcarse en aque-
lla ruinosa carrera de armamentos.
El desenlace de aquella situación fue
la convocatoria de la Conferencia de
Washington de 1921 para la limitación
de armamentos. Los japoneses, cuya
alianza con Inglaterra se había disuel-
to bajo la presión de Norteamérica
-aceptaron para los acorazados una
proporción de 5.5.3, entre las tres po-
tencias, aceptando aquella inferioridad
a cambio de ciertas compensaciones,
como fueron, entre otras, la de no
construir nuevas bases navales ni for-
i
tificar ningún lugar del Pacífico al
Este del meridiano 110" E, excepto en
el propio Japón, Hawai, Australia,
Nueva Zelanda y las islas de la costa
americana. Ello impidió que los nor-
teamericanos fortificaran las Fili~inas
e instalaran en ellas la base priRcipai
de su flota asiática, dejándolas iner-
;
1
mes, a merced de la suerte, en caso
de conflicto americano-nipón. Los ja-
poneses estaban obligados por las mis-
1
mas cláusulas a desmilitarizar las is-
las del Pacífico puestas bajo su man-
1
'
do, pero
al
ir aumentando paulatina-
mente la tirantez de sus relaciones con
orteamérica, en el
1
>eríodo elntre
gue-
.as, rompieron secre:tamente
SUS
com-
-omisos y estableicleron en ellas ba-
S
:
-
fortificadas.
Cumpliendo lo pactado, suspendie-
ron la construcción de los acorazados
de la clase
Kaga
y de dos de los cru-
ter(
)S
de batalla previstos en su pro-
graima naval, pero, acogiéndose a la
mis ma cláusula que permitió a Norte-
amc:rica construir el
Lexington
y el
Sa-
ratctga,
transformaron en portaaviones
l,."
1ui
cruceros de batalla
Amagi
y
Akagi,
Y>
c
uando, el
Amagi
resultó gravemen-
te
:
iveriado en grada a causa del te-
rrer
noto de 1923, lo sustituyeron por el
inac
:abad0
Kaga.
Las restricciones del Tra.tado de
Washington y de la Conf erc:ncia de
Londres de 1930 no eran ?c :eptables
por los japoneses, a pesar ae la obli-
gada división de fuerzas de sus má-
ximos rivales americanos entre el
Atlántico y el Pacífico. Por ello insis-
tieron en sus reclamaciones en la Con-
rerencia de Londres hasta obtener sus-
tan! :iosas concesiones, tales como la
par1dad en submarinos y un aumento
de 1 proporción en el número de des-
a
tnir
-,tores y cruceros ligeros.
Insistiendo en su actitud, al iniciarse
en
octubre de 1934 los contactos pre-
lin
ninares de una nueva conferencia,
l
- S
s
-
n
japoneses se apresuraron en pedir
la paridad absoluta en el tonelaje to-
tal. Al serles rehusada, respondieron
diciendo que denunciarían todo acuer-
do posterior al último día de 1934.
Pero, hasta final de 1936, no se desliga-
ron de los Dactos anteriores v. Dor lo
que a acorazados y portaavio~esAse
re-
fiere. siguieron sometiéndose a sus
cláusula< Hasta 1937 no pusieron las
quillas de los enormes acorazados de
64.170 toneladas,
Yamato
y
Musashi,
armados con nueve cañones de 18 pul-
gadas. Hasta entonces se habían limi-
tado a modernizar todos los acoraza-
dos, a partir del
Kongo,
convirtiéndo-
les en "acorazados rápidos", tipo de
buque que en todas las marinas ha-
bía sustituido ya a los lentos "super-
dreadnought".
Por lo que a cruceros se refiere, por
el contrario, se saltaron limpiamente
el Tratado de Washington, que limitaba
a 10.000 toneladas el desplazamiento
- - - - -
por unidad,
y
ya en 1924 y 1925 inicia-
ron la construcción de los
Nachi,
a
los que dieron subrepticiamente un
desplazamiento de 13.000 toneladas, que
los hacía muy superiores a sus simila-
res de otras marinas. Los
Mogami
y
Tone,
cuyo desplazamiento autorizado
era de 8.500 toneladas, alcanzaron en
realidad las 11.200; tenían coraza y, en
su momento, montaron artillería de
8 pulgadas, con lo que fueron
-'--:
ficados como cruceros pesados.
Pero en lo que los japoneses
:
pasaron notablemente a sus mai
británicos fue en la Aviación
1
En efecto, los ingleses que habían ao-
tado a su flota le aviación embarcada
antes que nadie en el mundo, malo-
graron sus triunfos cediendo su Arma
Aérea de la Flota al Ejército del Aire.
No cayeron los japoneses en tamaño
error y, gracias a ello, la Armada japo-
nesa contaba en 1940 con seis porta-
aviones rápidos y más de 400 aviones,
mientras que su maestra, la "Roya1
Navy" apenas si tenía la mitad de apa-
ratos embarcados er, sólo cuatro por-
taaviones, con el agravante de que tres
de ellos eran unos anticuados vetera-
nos le la Primera Guerra Mundial.
Así, en 1941, cuando Japón conside-
ró preferible desafiar a muerte a Es-
tados Unidos, Inglaterra
v
Holanda,
antes que sufrir la ignominia de aban-
donar su empeño de dominar China,
la Marina japonesa era superior en
todos los aspectos y contaba con más
unidades que todo lo que pudieran
reunir de inmediato sus enemigos. El
triunfo inicial era seguro pero, según
la profecía del almirante Yamamoto,
Comandante en Jefe le la Flota, el por-
venir se presentaba muy negro. Des-
graciadamente para el Japón, predo-
minaban en el Gobierno los generales
con mentalidad continental, como la
de su aliado Hitler, que no compren-
dían la influencia decisiva del poder
naval en la lucha que se iniciaba.
Estas páginas relatan toda la epo-
peya que va desde los previstos triun-
fos iniciales hasta el aplastamiento
final de la Armada japonesa bajo el
peso de la superiodidal numérica y
técnica de sus enemigos, pasando por
la situación de equilibrio al alcanzar-
se los límites de la máxima expansión,
y por los críticos combates en los que
se hizo sentir el monstruoso poder in-
dustrial norteamericano convertido en
potencia naval.
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