Por Qué Estoy Enfermo.doc

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¿PORQUÉ ESTOY ENFERMO?

 

¿Alguna vez te han dicho que estás enfermo debido a algo que has hecho? ¿O te sientes así y piensas que Dios te está castigando por algo?

 

La Biblia reconoce que podríamos llegar a pensar de dicha manera. El libro entero de Job tiene que ver con esto. Además, Juan 9:2 dice: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” De hecho, el hacernos una pregunta semejante no está mal en sí. Lo que es incorrecto es el asumir que alguien está padeciendo una enfermedad como consecuencia de su pecado. Leed te respuesta que dio Jesús a la pregunta que le hicieron sus discípulos en Juan 9:3: “Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”.

 

No conviene el sacar un versículo como Juan 5:14, que dice:Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” para indicar que alguna dolencia específica muestra que un creyente pueda ser más pecador que otros. Nadie puede llegar a semejante conclusión a partir de una enfermedad. Lo mismo ocurre con el Salmo 107:17-18, los cuales afirman:Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte”.

 

Todos padecemos enfermedades, incluyendo los creyentes:

 

Pablo llegó a Galacia enfermo: Gálatas 4:13-15.

Pablo tenía un aguijón en la carne: 2ª Corintios 12:7-10.

Epafrodito casi muere: Filipenses 2:25-30.

A Timoteo le recomendaron beber vino debido a sus problemas de estómago: 1ª Timoteo 5:23.

Pablo dejó a Trófimo enfermo en Mileto: 2ª Timoteo 4:20.

 

¿Entonces, por qué se ponen enfermos los creyentes? ¿Quiere Dios sanarnos siempre? A fin de cuentas, Apocalipsis 21:4 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

 

Sí, esa constituye la voluntad última del Señor y mantendrá su promesa pero, mientras tanto, mientras esperamos el cumplimiento de la misma, Dios permite sufrimiento, dolor o enfermedad por varias razones:

 

Una de las razones es para demostrar a Satanás la fuerza de su gracia al sostener al creyente tal y como lo reconoce Pablo en 2ª Corintios 12:9-10, que dicen: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

 

Otra razón es para que Dios pueda consolar a sus hijos enfermos con un consuelo que ellos podrán en consecuencia transmitir a otros tal y como aparece reflejado en 2ª Corintios 1:3-4, que dicen: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.

 

Otro objetivo es la purificación de la fe de un creyente como lo menciona 1ª Pedro 1:7, que afirma: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

Otra razón pudiera ser el hecho de que un creyente haya comido de la Cena del Señor indignamente como lo señalan 1ª Corintios 11:29-30, que dicen: “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen”.

 

Dios también puede servirse del sufrimiento para disciplinar a su niño como un padre amante como lo menciona Hebreos 12:5-11, que declaran:

 

“y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.

 

Por último, existe una enfermedad para muerte. Todos debemos morir, incluyendo los creyentes. La única forma de entrar en el cielo a menos que sea cuando Jesús vuelva, es que un creyente “entre en casa”. El proceso de entrar en el cielo puede que conlleve dolor pero el resultado es el descrito anteriormente en la cita de Apocalipsis 21:3.

 

Dios también hace uso del sufrimiento para atraer a los que no creen, hacia sí mismo (Amós 4:6-12 y 2º Crónicas 6:36-39).

 

No, no pensemos neciamente en cuanto al dolor. ¿Sabes lo que te respondería Jesús si le hicieras estas preguntas? Lee Lucas 13:1-5:

 

“En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

 

Si ya crees en Jesús como tu Señor y Salvador, recuerda que estas tribulaciones son solo temporales (Romanos 8:18) y que solo pueden tener lugar dentro de un marco en concreto, tienen una jurisdicción fija tras la cual no pueden hacer nada. En una ocasión, leí una cita que me animó: “Bien Dios sacará el cáncer de mi cuerpo o me sacará a mí de mi cuerpo pero sea lo que sea, me librará”.

 

Así pues, para que se cumpla en ti el Salmo 147:3, cambia la palabra “cáncer” en la frase que aparece debajo tomada de Pan Diario (22 enero 2011) y pon el nombre de tu aflicción en su lugar. Acto seguido, experimenta la esperanza que trae:

 

“El cáncer es limitado: no puede lisiar el amor, no puede destruir la esperanza, no puede erosionar la fe, no puede consumir la paz, no puede afectar la confianza, no puede matar la amistad, no puede borrar la memoria, no puede silenciar la valentía, no puede invadir el alma, no puede reducir la vida eterna, no puede apagar el espíritu y tampoco puede reducir el poder de la resurrección”.

 

Si, por el contrario, no crees que Jesús murió en tu lugar para que no tuvieras que hacer frente a la ira de Dios debido a tu pecado, y si no crees que Jesús resucitó de los muertos, puede que Dios esté usando el dolor que estás padeciendo a modo de despertador en tu caso. El hacer frente a una enfermedad o una condición terminal te obliga a empezar a considerar seriamente los temas de la vida después de la muerte, la eternidad y dónde irás. Dios te ama:

 

¡DESPIERTA!

 

                                                                                              Andrés Díaz Russell

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